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El yihadismo de Al-Shabab en Somalia cumple 18 años

El grupo terrorista vinculado a Al-Qaeda sigue controlando vastas regiones de territorio y recursos en el cuerno de África. Su obsesión por imponer la sharia ha contribuido significativamente al empeoramiento de la situación de los cristianos en la zona.
4 septiembre, 2024

Han pasado 18 años desde que, en 2006, un grupo de radicales afincados en Mogadiscio influyendo en los tribunales regionales con la ley sharia fundasen el grupo paramilitar Harakat al-Shabab. Desde entonces, la organización yihadista ha vivido un periplo de victorias sobre el terreno, en primera instancia, y las consiguiente derrotas, como otros grupos yihadistas. No obstante, lo que algo llama la atención de los analistas internacionales es su buen estado de ‘salud’.

A pesar de que el grupo se internacionalizó, en cierta forma, uniéndose en 2012 a la red de Al-Qaeda, se ha mantenido como uno de los pocos grupos yihadistas enfocado en su pulso particular con las autoridades nacionales y regionales, actuando también en países fronterizos, como Kenia. Un hecho que, hasta el momento, le está dando más longevidad que otras organizaciones de carácter transfronterizo, como ha sido el caso de la propia Al-Qaeda o del autoproclamado Estado Islámico.

Al-Shabab sigue contando con una fuerza de entre 7.000 y 12.000 milicianos, según indica el especialista en la región del cuerno de África Stig Jarle Hansen en un artículo para The Conversation.

Seis factores a tener en cuenta

Hansen sostiene que la supervivencia de Al-Shabab se debe a seis factores. El primero tiene que ver con el fracaso de occidente en el país y en la región. A la fallida presencia de Estados Unidos y Naciones Unidas, que se retiraron en 1994, siguió un Estado inestable y la acuciante urgencia por una hambruna que iba afectando cada vez a más parte de la población. En su discurso, Al-Shabab ha sabido recordarle a los somalíes que las instituciones democráticas creadas por occidente son falibles y que no ofrecen la seguridad que la población local necesita.

Este discurso ha dado a Al-Shabab dos importantes bazas, según Hansen, que son otros dos aspectos clave. Una es la de la protección. Al controlar vastas extensiones de territorio, los terroristas se han ganado, en parte, el favor de una población necesitada de protección. Precisamente, el otro factor, el de los conflictos comunales y étnicos, ha reafirmado a la organización yihadista en esa posición de agente fuerte. Y es que, aunque el gobierno somalí ha reiterado sus llamados a las distintas comunidades étnicas para unirse en la lucha contra el yihadismo, no ha conseguido grandes éxitos, permitiendo a los islamistas radicales conservar su control entre la fragmentación territorial y social.

Otro factor es el de la financiación ilegal. Como otros grupos yihadistas, Al-Shabab ha tejido una red de recaudación de impuestos ilegales y de lavado dinero que le ha permitido costear buena parte de su infraestructura. El contrabando y otras acciones también han contribuido a la economía del grupo.

Además, Hansen también menciona la debilidad del ejército somalí y el refugio que los yihadistas han encontrado en la zona media y baja de Juba, en el sur de Somalia, así como en la región suroccidental, donde mantienen un control arraigado desde hace más de 15 años y han desarrollado toda una estructura administrativa bien establecida. Según informaban en junio desde el proyecto de Datos de Acontecimientos y de Ubicación de los Conflictos Armados (ACLED, por sus siglas en inglés), el gobierno habría recuperado algunas localidades estratégicas en la zona.

¿Hay alguna estrategia contra Al-Shabab?

Aunque algunas voces se pregunten por qué no se puede combatir Al-Shabab como se ha hecho, por ejemplo, con el autoproclamado Estado Islámico, a través de una coalición internacional, las particularidades históricas del conflicto en Somalia y lo presente del fracaso occidental limitan esta cuestión. Además, hay que recordar que el yihadismo ha pasado de actuar principalmente en Oriente Medio a hacerlo en el continente africano, en un movimiento de concentración de fuerza tras el fracaso de Daesh.

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas acaba de renovar el mandato de la ATMIS (la Misión de Transición de la Unión Africana en Somalia) hasta final de año. Lo que implica que los más de 12.626 militares en suelo somalí permanecerán en el país, al menos, hasta el 31 de diciembre de 2024.

Además, la misma ATMIS ha acordado una iniciativa de seguridad regional en colaboración junto con Yibuti, Kenia y Etiopía enfocada exclusivamente en combatir al grupo yihadista. Medidas, dice Hansen, que se producen en un periodo de estancamiento provocado por el fracaso de las contraofensivas organizadas tanto por occidente como a nivel local. 

No obstante, en las últimas semanas el gobierno de Somalia ha asegurado haber acabado con al menos ochenta miembros de Al-Shabab en respuesta a un ataque de los yihadistas contra tres localidades que habían sido recientemente recuperadas de su control por parte de las autoridades. 

Al-Shabab contra los cristianos

La historia de Al-Shabab ha contribuido en buena parte al empeoramiento de la situación de los cristianos en Somalia. Se hecho, el país ha sido considerado como el segundo lugar del mundo más hostil para los cristianos por la organización Puertas Abiertas en las dos últimas ediciones de su Lista Mundial de Persecución. “La vida de iglesia en Somalia es inexistente, y en los últimos años los peligros a los que se enfrentan los cristianos parecen haber empeorado”, dicen desde la entidad.

En 2021, Protestante Digital habló con dos cristianos en Somalia, responsables de un grupo de creyentes conectados a través de la red social Facebook. “La mayoría de cristianos en Somalia lo son de forma clandestina. Somos una comunidad perseguida”, decían entonces Abdi Duale y Kawser Omar. 

Y es que en el caso de la población cristiana, también hay otros factores que agravan su situación más allá de la actividad de Al-Shabab. Las autoridades oficiales tampoco han mostrado un plan de acción para salvaguardar la diversidad religiosa del país. Es más, en 2022 el gobierno nombró como ministro de Asuntos Religioso a Mukhtar Robow, precisamente ex-número 2 de Al-Shabab.

Incluso en las relaciones familiares y personales, los cristianos son a menudo marginados y hostigados en una sociedad mayoritariamente musulmana y de tendencia conservadora. 

Aunque se habla de la dificultad de saber exactamente cuantos cristianos hay en Somalia, la Sociedad Bíblica de Somalia ha publicado recientemente unos gráficos que indican que hay más de 171.000 somalíes que se identifican como cristianos en el país, el 85,6% de los cuales son evangélicos y el 12,5% católicos. A estos se le sumarían otros 7.642 cristianos en la región separatista de Somalilandia, con un 52% de católicos y un 42,1% de evangélicos, aparte de cerca de un 6% que se identifican con otras ramas del cristianismo.

Según la Sociedad Bíblica de Somalia, también hay cristianos entre los somalíes que han migrado a los países circundantes. Desde la entidad hablan de 5.649 en Kenia, 8.917 en Etiopía y 3.760 en Yibuti.

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